Los valores no se enseñan.
Se demuestran.
Y cuando se sostienen en el tiempo, se contagian.
Las empresas suelen invertir horas definiendo sus “valores corporativos”, pero olvidan que las personas no aprenden por instrucción, sino por observación.
El equipo no copia lo que el líder dice: copia lo que hace cuando nadie lo aplaude.
1) La incoherencia como virus invisible
La incoherencia cultural no estalla de golpe: se filtra.
Un silencio ante una falta, una promoción mal explicada, un reconocimiento injusto.
Pequeñas grietas que terminan cambiando la moral del grupo.
La cultura no se destruye por un error, sino por tolerar la excepción una y otra vez.
2) Lo que de verdad contagia
- El ejemplo visible: decisiones difíciles tomadas con integridad.
- La consistencia: el mismo criterio, incluso cuando el contexto cambia.
- La consecuencia: lo que se premia y lo que se corrige.
Las personas no siguen discursos, siguen referentes.
Un líder coherente puede transformar una organización sin decir una palabra.
Uno incoherente puede destruirla, aunque hable todos los días.
3) Cómo construir contagio positivo
- Modelar antes de comunicar. Si algo no se practica, no se declara.
- Revisar las señales del sistema. ¿A quién se escucha, a quién se celebra, qué se justifica?
- Dar feedback de cultura, no solo de resultados. Cada conversación refuerza o erosiona el estándar.
La cultura es contagiosa.
El único dilema es qué se está contagiando: coherencia o contradicción.
Y esa respuesta no depende de un discurso, sino de la conducta diaria del liderazgo.
